miércoles, 7 de octubre de 2015

Viendo las heridas de la infancia


Posts sobre las heridas de la infancia
La psicóloga y terapeuta gestalt, formada en el Programa SAT, Ana Jiménez, cuenta en este post, basado en su tesina ‘Heridas de la infancia. Construcción del amor neurótico’, su experiencia a la hora de trabajar en la consulta esas heridas con los niños.
Una herida de la infancia se produce cuando el bebé o el niño sufre una situación dolorosa o de desequilibrio y lo que persigue es calmar su malestar y volver a sentirse tranquilo, pleno, sin reconocer que la fuente de su satisfacción sea externa. La experiencia de insatisfacción, le despierta sentimientos que van desde la desazón hasta la desesperación. Sería como dice Sara Fernández Wolf de la “no madre”, como la experiencia de buscarla y no encontrarla.
La herida de la infancia es la propia experiencia de vivir, de experimentar el proceso de contacto-retirada del vínculo afectivo. Es una reacción que se da en el espacio yo-tú, un síntoma de que algo va mal y el niño empieza a sentir una sensación de dolor o de angustia.
Es la herida de un dolor por tener que defenderse y una frustración del amor que nunca llegó o no llegó como el niño quiso que llegara.
El niño tendrá que aprender a sostener como pueda (cada niño lo hará de un modo) el acontecimiento traumático o difícil, y a veces sin mucha conciencia reaccionará de la manera que crea que pueda ser menos doloroso.
Por ejemplo, un niño ante una situación de indefensión, de vulnerabilidad, en la que no tenga recursos para enfrentarse a eso que le de miedo o soledad, puede empezar a desencadenar una serie de actitudes como la rendición (sentirse obligado a comer cuando no tiene hambre), la humillación (escuchar que “eres malo” porque no has recogido tus juguetes), rabietas o llantos (porque sea su mecanismo para expresar que sientes pena o malestar y no sepa hacerlo de otro modo), parálisis (niños que aprendieron a estarse quietos, buenos y sin hacer ruido) o hiperactivos (si se está quieto se angustia más).
En definitiva, cada niño aprende un mecanismo para defenderse de algo o de alguien, de un estímulo ante el se siente indefenso y vulnerable.
En las sesiones de terapia infantil me acuerdo de un niño, ya mayor, quien me contó que decidió no hablar para que se olvidaran de él. Si hablaba, entonces le veían y si lo veían, le pegaban y le caían broncas con más facilidad. Decidió hacerse invisible para que nadie le molestara.
Su padre le maltrataba físicamente y vio un ambiente muy hostil en la casa, por lo que su prioridad era “que no me regañen”, me decía.
Cada experiencia, lo que podríamos denominar el ambiente, hace que cada uno construya una realidad única, con sus propias actitudes y creencias. Aquí es donde se mezclan las ideas locas con las sanas. Ya está la neurosis presente.
La palabra trauma, de origen griego, significa “herida” y nos pone en contacto con momentos duros, de impacto, de agresión física, de muerte, de invasión del espacio, de abandono, de abusos y guerras. En el bebé o en el niño la causa de estas heridas puede estar en movimientos físicos bruscos, no tener cubiertas las necesidades básicas como el alimento, una hospitalización debido a una operación o un mal contacto, entre otras.

El trabajo terapéutico

¿Cómo abordar esas heridas con los niños en el trabajo terapéutico? La intervención para sanar esas heridas infantilespasa primero por poner conciencia en el niño en su forma de actuar, sentir, y cómo estas acciones lo llevan a pensar que lo que está haciendo está bien o no hay otra forma de hacerlo. Es ampliar la conciencia sobre su forma de actuar ante determinados acontecimientos o contactos con otras personas y que se dé cuenta de que, como lo hace, es la única forma como sabe hacerlo.
En otra sesión, un niño de siete años y yo nos pusimos a hablar del enfado y cómo lo hacía. Él se quedó preocupado porque se sentía enfadado y se dio cuenta de que su forma de expresarlo era “hacia dentro” porque no podía sacar ese enfado en el colegio.
Sesiones posteriores me dijo que ya sí había podido expresar el enfado “hacia fuera” porque un niño le empujó por las escaleras “queriendo”, pero que en vez de expresar su enfado con este niño, le pegó a otro. “Fue sin querer", me dijo, "pero sentía el enfado y lo pude expresar pero que no supe hacerlo de otro modo”.
El siguiente paso sería que el niño se dé cuenta de cómo lo hace. Sin juicio, sin valor, sino como una manera de poder expresar cómo lo hace y  tener la experiencia de hacerlo de otro modo, aunque te equivoques pegándole a un niño que no tenía nada que ver. Ya habrá momento después de ir regulando e ir afinando qué hacer cuando sientes ciertas emociones.

La experiencia

Otro aspecto importante es permitir espacios donde con conciencia se puede dar la experiencia. Con situaciones traumáticas o dolorosas, el niño intenta evitarlas, esconderlas o no volver a sentirlas. Lo neurótico ahí es la evitación y lo sano es poder transitarlo y para ello tenemos que generar el espacio donde, con permiso, el niño lo pueda expresar. A veces el educador peca aquí de saber más que el niño y adelantarse a sus movimientos y lo mejor sería facilitarle el espacio para que exprese su necesidad, su dolor, su sensación de injusticia o de impotencia.
De hecho, la reparación emocional de los niños pasa porque aprendan a respetarse y a conocerse.
Reforzar la comprensión y la racionalización para mí es importante. Un niño no tiene tanto recursos para comprender que si sus padres se separan o se enfadan no es responsabilidad suya. El niño, por su egocentrismo emocional, se hace cargo de los malestares de la casa. Explicarle que si sus padres se enfadan o se separan no es por su culpa (algunas veces sí puede ser así, pero no es siempre por su culpa), es importante, al igual que hacerle ver que sus padres también son pareja, que es un rol que tienen los padres antes de ser padres y ahí él no participa.
Un niño me contó que sus padres discutían mucho, y una vez llegaron a las manos delante de él. Me dijo que tuvo que intervenir (tenía cinco años y físicamente era fuerte y vigoroso): se colocó en medio para separarlos y, como consecuencia de ese acontecimiento traumático, el niño aprendió a ocupar un papel importante y de liderazgo respecto a la madre. Adoptó el papel de salvador por encima de la madre. Incluso dice que gracias a él, sus padres no se mataron. En estos casos la herida de su infancia fue “resuelta por su fuerza”, pero también el niño está siendo esclavo de un rol que no le pertenecía, que él había cogido. La comprensión y la racionalización con este niño de que él no es quien quien manda, ni fue responsable de lo que sucedió y que no es tan poderoso como se siente, es la clave para que no asumiera su lugar de “hijo” y para que comprenda que quien gestiona la familia es su madre y no él.
En definitiva, trabajar sobre las heridas de la infancia es poner claridad y orden a los pensamientos distorsionadosque se quedan en la mente, dándoles un valor como verdaderos cuando puede que no lo sean porque son neuróticos.
Las heridas, los problemas y los sentimientos de indefensión que sienten los niños no se deben de tapar ni quitarles importancia.

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ABOGADA, Bio energía y Fenómenos Paranormales, Maestra de Reiki eterna buscadora de la verdad,